Semana Santa en la Capilla de la Merced
En esta gloriosa mañana, la luz nueva de Cristo resplandece sobre nuestras almas, quebranta las sombras y nos invita a vivir en la alegría del Evangelio. Creer en Cristo, que resucitó, es participar de su divinidad.
Al iniciar la Gran Semana, las palmas anunciaron la entrada triunfal del Mesías: humilde en su asno, Rey de paz, cumpliendo la palabra de los profetas camino a su Pasión.
El Jueves Santo nos reunió ante el Santísimo Sacramento en la Cena del Señor; y el Viernes adoramos al Cordero Redentor inmolado en el madero de la Cruz por nuestra salvación. Y se hizo el silencio.
En silencio la esperanza quedó suspendida, como el pueblo de Israel ante el Mar Rojo, a la espera de la liberación que sólo Dios podía obrar; y, en la noche excelsa del Sábado Santo rugió la nueva creación. Del sepulcro brotó la Luz Verdadera. Este es el Misterio Pascual que afirma con la voz de los padres y profetas la Victoria sobre la muerte.
Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe, pero Él ha vencido a la muerte y nos ha abierto las puertas de la vida eterna.
¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado; Aleluya, Aleluya!